El Nazareno es la fiesta de mayor repercusión de todas las que celebra Pobra do Caramiñal a lo largo del año.  Declarada Fiesta de Interés Turístico Gallego desde el año 2000. La fiesta tiene como fondo la vida en sí misma como proceso de inicio y final de cada persona humana. La muerte es aparentemente el elemento principal de esta fiesta, pero esta primacía de la muerte no es algo tétrico sino alegre pues tiene como finalidad poner de relieve el valor de la vida.

La fiestas del Nazareno tienen como momento álgido la Procesión de las Mortajas que se celebra en la mañana de cada tercer domingo de septiembre.

La procesión del Nazareno o de las mortajas está presidida por la imagen de Jesús Nazareno y tiene como elemento distintivo los ataúdes que desfilan en dicho cortejo portados por familiares o amigos de la persona ofrecida al Nazareno, que va caminando detrás del féretro vestida con una mortaja morada (o blanca en el caso de los niños pequeños ofrecidos) y portando una luz en sus manos. Estos ofrecidos han estado al borde de la muerte y consideran que han vuelto a la vida gracias a la intercesión del Nazareno. Por eso van detrás del ataúd, no visibilizando la muerte simbolizada en el ataúd, sino cantando la vida que pueden seguir disfrutando y que simbolizan con la luz en sus manos. Lo que más asombra de este acontecimiento son los miles y miles de personas que participan del cortejo, una gran parte vestidas con la mortaja y todas portando cirios en sus manos, acompañados por diversos grupos de gaitas, música, tambores, etc. Es una inundación de alegría que solo se entiende desde la tradición y el carácter gallego de días enteros en invierno lloviendo para llegar al verano en una explosión de alegría y calor humano.

Terminada la procesión la gente sale a disfrutar y a bailar como agradecimiento a la vida. Y como no podía ser de otro modo en Galicia, todas las familias reúnen a sus miembros para la comida familiar especial el día del Nazareno.

Los orígenes de esta tradición se remontan al siglo XV-XVI. Hay una leyenda que la sitúa en el siglo XV. El sustrato originario de la tradición se encuentra en los montes del Barbanza a cuyos pies se encuentra Pobra. Allí la muerte era considerada un canto a la vida desde la prehistoria y se manifiesta en los dólmenes o mámoas, verdaderos monumentos funerarios en piedra, así como los petroglifos llenos de magia y espiritualidad. La Capilla del Alba, situado en la Iglesia del Deán, de la que sale la procesión, es única en su forma pues son tres grandes retablos del Siglo XV nada menos que en piedra de granito, y en el contenido representa un mosaico del debate muerte-vida en lo físico y espiritual a lo largo de la existencia humana.

Podemos pues identificar y catalogar esta tradición con la dimensión espiritual de las gentes de Pobra que han buscado desde siempre un sentido al fundamento de la vida. Espiritualidad que siempre tuvo su punto de mira en la montaña, lugar de encuentro con uno mismo, de identidad e historia.

Montaña y mar, pincheiros y mortajas, son los elementos identificativos de Pobra, y sus fiestas son un recuerdo de la intrahistoria que mueve a lo largo de los siglos la forma de ser y actuar del pueblo y sus habitantes.